La potencia poética Federico García Lorca, a la luz de la Luna

“Muchacho de Luna”, dirigida por Oscar Barney Finn en el jardín del Museo Fernández Blanco de Buenos Aires, propone un hermoso salto entre la vida y la literatura en un entorno urbano casi perfecto

Hace noventa años, Federico García Lorcacaminaba como un porteño más por las calles de Buenos Aires. Entre 1933 y 1934 vivió varios meses en la habitación 704 del Hotel Castelar, en Avenida de Mayo al 700. Desde allí iba y venía, participaba en reuniones, cócteles, declamaba, recitaba poemas, discutía de política, se encontraba con muchísima gente. Tenía una vívida agenda cultural y no quería perderse nada. Su presencia en la ciudad no pasó desapercibida. Conoció a Gardel y a Borges —a Borges no le interesó—; mantuvo buenas amistades con Conrado Nalé Roxo, César Tiempo, Oliverio Girondo, Norah Lange.

La casa de Girondo y Lange fue, de hecho, uno de los espacios habituales a los que asistía. Y ahora, una bellísima obra de teatro homenajea a Federico García Loca a sólo una pared de distancia de ese lugar. Es que la casa quedaba en Suipacha 1444 y el Museo Fernández Blanco está a su lado, en Suipacha 1422. Y es en el jardín del Museo, en el Palacio Noel, donde se presenta Muchacho de Luna, un unipersonal de Paulo Brunetti —un falso unipersonal porque también actúa Ligüen Pires— y dirección de Oscar Barney Finn.

Teatro al aire libre en un ambiente perfecto: la arquitectura andaluza del Palacio le da un aire de pertenencia a Federico García Lorca, que nació en la región de Andalucía del Sur. “Perro andaluz”, le decían burlonamente Buñuel y Dalí. El jardín, así, se convierte en el escenario ideal, con un aljibe, las mayólicas y una pared verde tomada por una enredadera. Si no fuera por los grandes edificios como la torre Prourban —el “rulero”— de la 9 de Julio que se cuela entre los árboles, el entorno sería perfecto.

Tal vez lo único malo es que el espacio requiere amplificación. La puesta y la obra tendría la intimidad justa sin parlantes, pero cómo hacer para no perder el texto o arriesgar la voz del actor en un espacio abierto. Brunetti se deja tomar por García y con una serie de objetos —unos títeres reales, una caja de cartas, una bufanda, un arma— reconstruye su vida, aunque con un ánimo más poético que biográfico. El monólogo de alrededor de una hora corre por las discusiones familiares, los viajes, el tiempo en Nueva York —la música de Gershwin irrumpe en un ambiente gitano—, la guerra civil, las vicisitudes políticas. Y en cada momento, horadando la trama, aparece la poesía y el teatro.

No es casual el nombre de la obra: la luna —como la muerte— es una aparición recurrente en Lorca, casi una obsesión. “La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira mira. / El niño la está mirando”. Brunetti declama el Romancero gitano con una ternura infinita. Son esos poemas, como los de El público y Sonetos de amor oscuro los que le hacen ganar dramatismo a una trama que evita los lugares comunes y las grandes explicaciones. El salto entre la vida y la literatura pasa sin solución de continuidad y uno debe estar tan atento como el actor para entender de qué lado del espejo está. No hace falta ser un gran conocedor de Lorca para ver Muchacho de luna, pero ayuda.

Quizá el momento más conmovedor de la obra sea cuando Brunetti se convierte en Doña Rosita. En el recorrido por los poemas y las obras de teatro, hay momentos para La casa de Bernarda AlbaBodas de sangre y Doña Rosita, la soltera o el lenguaje de las flores. Con gran destreza, Brunetti cambia el tono, se sienta en una silla con una chalina y pone en escena el patetismo de una mujer enamorada de un hombre casado que envejece y siente ver cómo se le va el tiempo la vida. “Y hoy se casa una amiga y otra y otra, y mañana tiene un hijo y crece, y viene a enseñarme sus notas de examen, y hacen casas nuevas y canciones nuevas, y yo igual, con el mismo temblor, igual”, dice. Si Madame Bovary era FlaubertLorcaentonces es Doña Rosita y Brunetti, por el misterio del arte, es ambos.

Muchacho de luna es una obra hermosa que no sólo demuestra la vigencia de Lorca, sino también la del director Oscar Barney Finn.

* Muchacho de luna se presenta sábado 19 y domingo 20 de febrero, a partir de las 20.30 hs. en el Palacio Noel del Museo Fernández Blanco (Suipacha 1422, C.A.B.A.).

Por Patricio Zunini

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