Teatro, autogestión y “aplausos apoteóticos”: por qué la obra “Salvajada” sigue rompiendo esquemas
Tras una exitosa temporada en el Cervantes, se trasladó al Metropolitan, sobre la avenida Corrientes. La dramaturgia es de Mauricio Kartún a partir de un cuento de Horacio Quiroga y en el elenco están Valentina Bassi y Carlos Belloso, entre otros
Más de 25 mil espectadores vieron Salvajada durante los dos meses de la temporada 2023 en los que la obra permaneció en el Teatro Nacional Cervantes. Un éxito inesperado para sus hacedores, que ahora continúa en el Teatro Metropolitan y que en su debut en la avenida Corrientes, la semana pasada, superó la auspiciosa cifra de 1.100 espectadores.
En Salvajada, Juan Darien es un tigre humano, que se convierte en un hombre para poder sobrevivir. Crece entre la ternura de su madre adoptiva, encarnada por una Valentina Bassi conmovedora, el maltrato del entorno social, en el que se destaca un versátil Carlos Belloso, como el inspector y domador, y el rechazo al diferente, en el pueblo y en el aula escolar, donde brillan Carolina Guevara, Diego Ferrari, Gustavo Masó, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda y Blanca Vega.
Pablo Mariuzzi, con una carrera actoral impecable e ininterrumpida en el teatro independiente (ganó el ACE por la obra Pajarita), le entrega cuerpo y alma al yaguareté. El animal habita oculto bajo la piel de un joven que se debate entre las buenas maneras, la obediencia social y los dictados de su naturaleza.
Si existe un presupuesto maniqueo respecto de la violencia como patrimonio exclusivo del salvaje, Horacio Quiroga–Mauricio Kartun nos cuentan aquí que lo feroz no está en un solo cuerpo ni en un solo lugar. La selva humana puede ser aún más indómita que la flora y la fauna que crece en la Mesopotamia.
Salvajada nos resuena más que nunca a la luz de los problemas económicos, ecológicos y éticos del país y del planeta. Pinta nuestra aldea. Da cuenta de la posibilidad de resistir y defender el hábitat y el territorio, cuando se acepta la identidad propia y la ajena, cuando se respeta el límite entre lo que nos pertenece y lo que no. El monstruo, tan temido, imaginario o real, pierde fuerza en la conciencia y se va definiendo en la praxis de la unidad con los pares, un proyecto y un destino común.
Aquí eso sucede con una estética que remite a la tradición del Grupo Libertablas, creado por el director de Salvajada, Luis Alberto Rivera López, y por su coordinador ejecutivo y artístico, Sergio Rower, quienes le imprimieron a la puesta distintas dosis de humor, ternura y emoción. Son inevitables las resonancias del estilo Favio, director de Juan Moreira y Nazareno Cruz y el lobo, sobre todo en la escenografía, la iluminación y el vestuario.
Renglón aparte se merece la sabia de la tribu, Mónica Felippa, actriz y titiritera que lleva el hilo de la narración como una adivina o sacerdotisa popular.
Juan Darien, el protagonista, es el homónimo del cuento de Horacio Quiroga, publicado hace exactos 100 años en el libroEl desierto. Aquel relato fue el punto de partida de la dramaturgia, a cargo del autor de Terrenal y La vis cómica. A su vez, por tratarse de un tigre-hombre, el personaje remite con todas sus diferencias a su congénere sarmientino, Facundo, el tigre de los llanos, aquel texto clave del pensamiento argentino, que instauró en nuestra literatura, hace casi doscientos años, la idea de civilización y barbarie. Facundo modeló el concepto de nación, con sus antagonismos y las contradicciones que perduran, con otros nombres, a través del tiempo, en la dinámica de la historia y del presente.
Un conjunto deslumbrante de títeres y objetos le suman magnetismo a la propuesta que suscriben los responsables de más de 25 producciones propias, productores además de Teatro al Aula, un ciclo de unipersonales como Martín Fierro, La vida es sueño y Acerca del grotesco. En la tele, Libertablas participó de Los Muvis y Kanal K, además de asistir a giras nacionales y a importantes festivales internacionales.
“Llevamos una organización cooperativa y autogestiva, que asumimos cuando terminó la temporada en el Cervantes, a un teatro número 1 de la calle Corrientes, es decir a un circuito comercial, muy exigente”, dice Rivera López. “Pero el desafío fue doble: económico y muy arriesgado, porque la producción del espectáculo es muy importante, aunque ya no con una entrada muy accesible, y estético, porque se trata de rehacer los puentes que tendimos con los espectadores en la sala oficial. Llegamos con muy buenas referencias y la semana pasada tuvimos dos primeras funciones llenas de gente, confirmando aquello de que el teatro puede suceder en cualquier lugar, en una hermosa sala histórica como el Cervantes o en otra magnífica como es el Metropolitan”.
Este debut 2024, con 589 espectadores el jueves 25 de enero y 502, el viernes 26, se inscribe en la línea exitosa de obras que cumplen una o dos temporadas en un teatro estatal y, al ser aclamadas por el público, continúan en salas comerciales, tal es el caso de Lo que el río hace, de las hermanas Marull, que se estrenó en la sala Cunil Cabanellas, del San Martín, donde permaneció dos temporadas para trasladarse luego al Astros, donde vuelve en marzo.
El productor Sergio Rower aporta algo más que considera “insólito”. Dice: “Para trabajar el verano pasado, hicimos un convenio con el Complejo Cultural de Sanidad, que nos garantizó casi siete meses de ensayo, más allá de los tres meses previos del proyecto. Fue un acuerdo en base a tres mil entradas. Es importante para mí que camilleros, enfermeros, gente de limpieza, de cocina de distintos sanatorios y hospitales visitaron el Cervantes y para muchos de ellos fue la primera vez que veían teatro. Más allá de lo profesional”, destaca, “tenemos un vínculo cooperativo entre nosotros, incluyendo a los trabajadores de la sala donde nos toca estar. Armamos un todo que se traslada en cada función, por eso va también la mención para los técnicos, técnicas, boleteros, acomodadores de ambos teatros”.
En el Cervantes, destaca Rivera López, “cumplimos con el objetivo propuesto: nuestra tarea fue armar un proyecto para el que fuimos convocados y nos involucramos, junto con Sergio (Rower) y buena parte de Libertablas. Las estructuras oficiales suelen ser muy complejas, te dan un máximo de 2 meses para ensayar, y esta obra nunca se hubiera podido hacer en ese tiempo. Hicimos un plus de teatro independiente, llevando a escena nuestra energía grupal y nuestra capacidad de gestión. El resultado fue y parece que seguirá siendo extraordinario. El público que nos acompañó durante los dos meses del Cervantes fue absolutamente entusiasta, tendimos los puentes entre nuestra historia y lo que reciben los espectadores y los aplausos finales fueron apoteóticos, todos los días, de las más de 25 mil personas que hasta ahora nos vieron”.
Por Laura Haimovichi
Infobae