Un libro argentino ingresa a prestigioso catálogo mundial de literatura infantil
“¡Qué orejas tan curiosas tienes!”, de Paola Vetere y Romina Carnevale y con ilustraciones de Martina Trach, integra la selección “The White Ravens” que publica anualmente The International Youth Library

En una destacada muestra de reconocimiento internacional, el libro argentino ¡Qué orejas tan curiosas tienes!, de las autoras Paola Vetere y Romina Carnevale, con las ilustraciones de Martina Trach, ha sido seleccionado para formar parte del catálogo infantil “The White Ravens”. Esta distinción, otorgada anualmente, destaca 200 obras nuevas de literatura infantil y juvenil provenientes de más de 50 países y escritas en 40 idiomas diferentes.

Editado bajo el sello de Ediciones Lamiqué, reconocido por su dedicación exclusiva a libros informativos y su compromiso en la producción de títulos que abordan temáticas poco exploradas en el mercado del libro infantil, “¡Qué orejas tan curiosas tienes!” es un compendio de respuestas a inquisitivas preguntas: ¿Oímos sólo con los oídos? ¿Qué es el eco? ¿Cómo se percibe el sonido bajo el agua? Estas interrogantes encuentran su esclarecedora respuesta en las páginas de este libro.

Sin embargo, el alcance de este ejemplar va mucho más allá de la superficie. Las autoras profundizan en otros aspectos fundamentales del sentido del oído, como los cambios que experimenta con el paso de los años y los posibles daños causados por la exposición a ruidos excesivos. Este enfoque educativo, enriquecido por las vibrantes ilustraciones de Trach, logra no solo instruir, sino también despertar la curiosidad y brindar una experiencia divertida a sus jóvenes lectores.

La distinguida selección de libros en “The White Ravens” es llevada a cabo por expertos en literatura infantil y juvenil de la renombrada Internationale Jugendbibliothek en Múnich. A lo largo del año, la biblioteca recibe una considerable cantidad de ejemplares donados, y es a partir de esta amplia colección que el jurado se enfoca en identificar obras con potencial de interés internacional, ya sea por su excelencia literaria y artística o por las temáticas que abordan.

¡Qué orejas tan curiosas tienes! no solo representa un logro para las talentosas autoras y la editorial Ediciones Lamiqué, sino que también enaltece a la literatura infantil argentina a nivel global. Este reconocimiento no solo celebra la calidad de la obra en sí, sino también su contribución a la diversidad y riqueza del universo literario dirigido a los más jóvenes lectores.

Paola Vetere, una mente inquisitiva y apasionada por la naturaleza, ha trazado un camino excepcional en el mundo de la biología y la literatura. Licenciada en Biología por la Universidad de Buenos Aires, Paola ha dedicado su carrera a la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, contribuyendo de manera significativa al avance de la ciencia médica. Sin embargo, su amor por la palabra escrita es igualmente palpable. Paola encuentra en la lectura y la escritura una fuente de inspiración y aprendizaje constante.

Romina Carnevale es una erudita en el campo de la biología y una ferviente comunicadora científica. Su dedicación a la disciplina la llevó a obtener el título de Doctora en Biología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde continuó cultivando su pasión por la educación y la divulgación científica. Romina ha compartido su conocimiento a través de numerosos artículos en revistas de divulgación, iluminando complejos conceptos científicos de manera clara y accesible para un público diverso. Fuera de las aulas y laboratorios, Romina encuentra inspiración en la naturaleza y halla alegría en escribir. Su habilidad para traducir la ciencia al arte es evidente en su enseñanza y en su participación en cursos de capacitación docente.

Además, las autoras trabajaron con Martina Trach, es una artista que desde temprana edad supo que su vocación estaba en el arte visual. Incansable en su deseo de crear, Martina comenzó a explorar el dibujo y la pintura en su adolescencia, marcando el inicio de un viaje artístico que la llevaría a explorar diversas formas de expresión. Martina decidió estudiar Diseño Gráfico, una elección que le permitió expandir sus horizontes creativos y desafiar sus límites. Su obra como ilustradora freelance y colaboradora del diario La Nación, así como su participación en el colectivo Anuario de Ilustradores, demuestran su habilidad para capturar emociones y narrar historias a través de la imagen.

Fuente: Télam S.E.

108 años del nacimiento de Albert Camus, considerado el representante del existencialismo.

Hace 108 años, nació el escritor Albert Camus, en Argelia. Fue cuando ese país africano era colonia francesa.

Albert Camus, hijo de un combatiente alsaciano –Luden- que había huido de la guerra hacia Argelia, para trabajar en un viñedo en el departamento de Constantine, y que volvió a enfrentarse con su destino bélico entre las balas de la Primera Guerra Mundial dónde encontró la muerte.

Su hijo, Albert, tenía apenas un año de vida –había nacido en Mondoví, lejos del Mar Mediterráneo- y sólo pudo dejarle una madre sorda que plantaba castañas de cajú, un hermano dos años mayor, una foto de sí y una única anécdota (sobre el asco que le causaba la muerte por guillotina), que narró en El extranjero y  motivó el aplauso de la Academia Sueca y, bastantes años después, la abolición de la pena de muerte en Francia.

Sí, Albert Camus, el autor de novelas memorables (La peste, La caída, etc), piezas teatrales (Calígula, El malentendido, etc), ensayos (El mito de Sísifo, El hombre rebelde). Albert Camus, el comunista arrepentido, el existencialista converso, el filósofo que salvó varios suicidas antes de que saltaran al río sosteniendo una pesada piedra entre las manos.

Si hay algo que, en el crepúsculo de los años 30, el filósofo Albert Camus le reprochó a sus predecesores es su falta de respuesta al mayor problema del hombre de todos los tiempos: “si la vida no tiene sentido, ¿para qué quiero vivir”. El suicidio.

Si hay algo que caracteriza nuestro paso por la vida es la completa indiferencia del universo ante nuestro destino. Visto desde el cosmos, no somos nada. Visto desde nosotros mismos, lo somos todo. Este abismo, esta grieta no se zanja con astucia, como hizo Sísifo en la mitología griega: Zeus lo condenó a cargar toda su vida un peñasco inmenso hasta la cima de un monte y luego, volver a descender por el otro lado, con su pesada carga. Así, cada día, sin porvenir.

Si bien Sísifo era ciego, Camus sostiene que a pesar del reconocimiento y la aceptación de la inutilidad de su vida, cuando está en la cima, Sisifo puede disfrutar de la naturaleza, oye los pájaros, siente la tibia luz del sol, tendrá medio día por delante y si hay vida, hay esperanza. Lejos de todo acto de fe, a través de su relectura del icono griego, en su propia versión de El mito de Sísifo (1942) Albert Camus sostiene que la búsqueda de la felicidad, es en sí, un motivo para vivir y transformar la infelicidad en virtud en acción.

Y sin duda, lo puso en práctica. Al quedar huérfano en Argelia, su madre, Catherine Sintès se fue con la prole a vivir a la capital, Argel, a la casa de los abuelos de Camus. Mientras la madre limpiaba casas de ricos para mantener a sus hijos, Camus pasaba muchas horas con un tío carnicero Gustave Acault, que era culto, masón y despertó la codicia intelectual de su sobrino al abrirle las puertas de su nutrida biblioteca.

Si bien, Albert Camus no era un colono rico sino un pied-noir pobre, pudo ir a una escuela francesa, gracias a la recomendación de los empleadores de su madre. Esos años de mucho deporte e ideas hirvientes lo marcaron a fuego. Tal es así que, luego de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, en 1957 le escribió una carta a uno de sus maestros del colegio, Louis Germain. 

“He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.

Su personalidad entró en acción en 1930, cuando el gobierno colonial francés organizó los festejos del centenario de la Argelia Francesa, momento en que el estado francés había invadido Argelia (¿El motivo? El orgullo de un rey local al que Francia le debía dinero y el orgullo del cónsul francés, que no estaba dispuesto a pagarlo).  

Francia se quedó 132 años en Argelia, que fue la dominación colonial más prolongada del imperialismo francés. Las guerras continentales europeas y la derrota francesa en la Guerra franco-prusiana hicieron que muchos europeos de todos los orígenes y, también, alsacianos que habían perdido sus granjas y no deseaban ser alemanes, eligieran partir hacia Africa. Tal fue el caso de los Camus.

En el nuevo orden imperial, todos los inmigrantes europeos fueron llamados “colonos franceses» y tanto ellos como sus descendientes eran los pieds-noirs (por sus botas lustradas). Albert Camus lo era. Las diferencias sociales entre colonos, musulmanes e incluso judíos eran muy notables en Argelia. Los pieds-noirs eran ciudadanos franceses; los musulmanes, no. En teoría, los musulmanes nativos (mayoría en todo el país) podían concurrir a escuelas francesas, pero en la práctica no sucedía: sólo el 6 % de los chicos musulmanes iban a escuelas francesas.

Muchas veces, los mismos colonos que hipócritamente predicaban la igualdad ante la ley (como en El extranjero, la novela que llevó a la fama mundial a Albert Camus) en realidad no querían que los nativos “de piel oscurita” (un racismo que sutilmente refleja esa misma “ficción”) aprendieran francés, estudiaran las grandes ideas rectoras del espíritu francés y que luego la mayoría musulmana aplicara en su contra sus propias ideas libertarias. 

Esas diferencias indignaban a Camus. Se afilió al Partido Comunista de Argelia y en 1932 comenzó a publicar sus primeros textos incendiarios en la revista Sud. En 1935 escribió El revés y el derecho. Fundó en Argel dos teatros revolucionarios para poner en escena las piezas rápidas que salían de su pluma caliente.  

Se desencantó del comunismo y se convirtió en un cronista lúcido de su tiempo. Varias de sus investigaciones en el Diario del Frente Popular –sobre todo su trabajo sobre la miseria del barrio bereber de la Kabylia, sobre el Mediterráneo- lo pusieron en la lista negra oficial y nadie quería darle trabajo. Fue ahí, en 1940, cuando decidió dejar su madre tierra y se mudó a París. 

Primero entró a la redacción del diario Paris-Soir y en 1943 ingresó a Gallimard. Durante la Segunda Guerra Mundial dirigió la revista Combat y, al concluir la guerra, se afilió al anarquismo. Escribía para Le Libertaire, Le révolutíon proletarienne y Solidaridad Obrera. En sus columnas encendidas apoyó las protestas de 1953 en Alemania Oriental, defendió el levantamiento de los trabajadores polacos en Poznan, apoyó la Revolución húngara y alentó el movimiento independentista en Argelia.

Respecto a su vida personal, Albert Camus se casó dos veces: con Simone Hie, de 1934 a 1936; y con Francine Faure, en 1940, con quien tuvo dos mellizos, Catherine y Jean. No obstante, siempre estuvo rodeado de mujeres y sus romances más conocidos fueron Blanche Balain (1937), la actriz de teatro María Casares (1944-1945), Mamaine Koestler (1946) y la segunda vuelta con María Casares, desde 1948 hasta su muerte en 1960). También habría que mencionar a Catherine Sellers (1956-1960) y, desde luego a Mette Ivers (1957-1960). 

Se dijo incluso que su resonante enemistad con su amigo Jean Paul Sartre, el creador del existencialismo, se debió al rechazo sistemático de Camus hacia la curiosidad sexual de Simone De Beauvoir, esposa de Sartre. 

Lo públicamente cierto es que Sartre y Camus se distanciaron en 1952, cuando Les Temps Modernes, la publicación de Sartre, hizo una crítica demoledora de El hombre rebelde. Su intercambio público y epistolar de reproches son una joya de la retórica. En 1957, el discurso de agradecimiento de Camus al recibir el Premio Nobel, tiene párrafos que disparan como flechas contra el autor de La náusea.

“Cada generación se siente destinada a rehacer el mundo. La mía sabe sin embargo que no podrá hacerlo. Su tarea es sin embargo mayor: impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrupta en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas en las que pobres mediocres que pueden hoy destruirlo todo no saben convencer, en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y la opresión. Esa generación ha debido en sí misma y a su alrededor restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir”, pronunció en Estocolmo, en 1957.

Albert Camus se oponía a todos los ismos: el cristianismo, el comunismo, al nihilismo, el existencialismo, y descreía de todos los que creían en la palabra “fin”.

Albert Camus murió el 4 de enero de 1960, en un accidente automovilístico por la carretera de Le Petit-Villeblevin, mientras iba en el asiento delantero del coche que conducía su editor Michel Gallimard. Camus murió en el acto y Gallimard, algunos días más tarde, en un hospital de París, hacia donde viajaban luego de pasar la Navidad en la casa de campo en Lourmarin. Su familia no murió con él, porque había preferido el tren. 

Con el dinero del Premio Nobel había comprado esa casa sencilla en Lourmarin, en la Provence francesa. Era un criadero de gusanos, que él mismo reformó hasta convertirlo en su lugar para alejarse del mundo. «Por fin he encontrado el cementerio donde seré enterrado», ironizó una vez.

Pocos días antes de su fin, había absurdamente comentado: «No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil». 
Dentro del auto, la patrulla de rescate encontró 144 páginas desconocidas. Eran su manuscrito inconcluso de El primer hombre, sobre la guerra de la independencia en Argelia, que su hija Catherine logró publicar treinta y cuatro años más tarde. 

A sesenta años de su desaparición y a casi un siglo de haber nacido en Argelia, las obras claras, sencillas y sublimes de Albert Camus siguen siendo la inspiración de jóvenes de todas partes del mundo porque la vida es absurda y seguirá siéndolo, hasta que se demuestre lo contrario.

Fragmento de “Rota se camina igual” de Lorena Pronsky

(…)De repente te agradezco y te confieso mi milagro, cuando me doy cuenta que abrazás mis heridas sin ningún miedo a que se te claven mis espinas. Eso sí es saberse bien amado.
Ver como te comés mi veneno sin miedo a contagiarte, solamente para que mi propio trago me resulte menos amargo.
Eso es que te quieran con el pecho abierto, sin guantes en las manos, aceptando la simpleza de asumirme flor y tierra.
Cielo y barro.
Haciendo lo que puedo con lo que la vida hizo conmigo y también y porqué no, lo que yo hice con ella.
A veces, siendo capáz de todo y otras veces, sin ganas de latir ni siquiera a tu lado.
Eso es que te quieran bien.
En lo que soy y en lo que no puedo llegar a ser.
Ni hoy. Ni mañana. Ni quizá nunca.
Querer bien.
En silencio, con la queja en el bolsillo y sin pedirme nada a cambio.
Sos la suerte que tengo.
La incondicionalidad que me regaló el destino. La casualidad hermosa de habernos mirado y no sólo habernos visto.
La inocencia de tu amor sublime, de elegirme entera en cualquiera de mis dos lado. (…)

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