Es chilena, pero de nacionalidad estadounidense, aunque en realidad nació en Lima. Vivió en Venezuela, pero tiene descendencia hispano portuguesa. De ese popurrí de nacionalidades y países nace una de las escritoras más vendidas de América Latina.
Isabel Allende es considerada la escritora viva más leída de la lengua española, con más de 72 millones de ejemplares vendidos. Sus obras fueron traducidas a 42 idiomas.
Todos los títulos se presentan en clave femenina, una marca diferencial de su obra, que ha transitado por cuestiones sociales de toda índole con un estilo cercano al realismo mágico. América Latina, por tanto, es el escenario principal de su escritura, mientras que las mujeres, normalmente inspiradas en figuras reales, protagonizan sus mejores relatos.
Es una de las mejores exponentes del realismo mágico, un movimiento literario que surgió en el siglo XX cuyos elementos sorprenden al lector por su carácter fantástico, haciendo que la magia sea lo común. Entre el resto de autores principales del realismo mágico están Miguel Ángel Asturias, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
Su primera novela y mayor debut fue La casa de los espíritus (1982), y a este le siguieron otros muchos que han sido traducidos a cuarenta idiomas con ventas de más de setenta millones de ejemplares. Otros reconocidos títulos de la escritora más vendida en lengua española están Violeta; Mujeres del alma mía; Paula (en honor a su hija que murió a los 28 años de una enfermedad); El amante japonés; Largo pétalo de mar; Eva Luna, y más.
En el día de su cumpleaños número 80, la escritora chilena asegura que uno de los secretos de su bienestar es haber empezado “a curarme de responsabilidades que ya no quiero volver a hacer. Aprendí a decir que no, por fin”.
– El término best seller se utilizó por primera vez en 1889 en el periódico The Kansas Times & Star, en un artículo del diario se hablaba de los libros más vendidos. Pero el término empezó a utilizarse popularmente desde el 9 de abril de 1942, cuando el New York Times sacó “The New York Times Best Seller List” y desde entonces la frase es un referente del mundo de la literatura.
-En el siglo X, el visir persa Abdul Kassem Ismael tenía una biblioteca de 117.000 libros los cuales eran transportados en las jorobas de 400 camellos adiestrados para llevarlos por orden alfabético.
-El libro más pequeño del mundo mide 1×1 milímetros y salió a la luz en el año 1985. El título es ‘Old King Cole’, del que se hizo una tirada de 85 ejemplares. Para utilizar sus páginas hay que tener un alfiler.
-El libro más caro del mundo cuesta 153 millones de euros. Este pertenece a Thomas Alexander Hartman y cuenta con tan sólo trece páginas escritas.
-En el antiguo Egipto las bibliotecas eran llamadas los “tesoros de los remedios del alma” porque por ellas se podía ‘curar’ la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades.
-El novelista que más novelas ha escrito en la historia es Ryoki Inoue, un escritor brasileño que ha publicado 1.072 novelas. Actualmente publica seis trabajos al mes.
El Quijote es la obra más conocida de Miguel de Cervantes Saavedra. Publicada su primera parte con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha el 9 de mayo de 1605, es una de las obras más destacadas de la literatura española y la literatura universal, y una de las más traducidas. En 1615 aparecería la segunda parte del Quijote de Cervantes con el título de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.
El Quijote fue la primera obra genuinamente crítica contra la tradición caballeresca y cortés, por el tratamiento burlesco que da a la misma. Representa la primera obra literaria que se puede clasificar como novela moderna y también la primera novela polifónica, y como tal, ejerció un influjo abrumador en toda la narrativa europea posterior. En el año 2002 se realizó una lista con las mejores obras literarias de la historia, el Quijote encabezó la lista siendo citada como «el mejor trabajo literario jamás escrito».
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Una gran alegría para todos los amantes de la literatura. Para los fervientes lectores, para los escritores y también para las editoriales, después de un tiempo tan duro por la pandemia, volvemos al ruedo. FELICIDAD.
Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor.
Hace 108 años, nació el escritor Albert Camus, en Argelia. Fue cuando ese país africano era colonia francesa.
Albert Camus, hijo de un combatiente alsaciano –Luden- que había huido de la guerra hacia Argelia, para trabajar en un viñedo en el departamento de Constantine, y que volvió a enfrentarse con su destino bélico entre las balas de la Primera Guerra Mundial dónde encontró la muerte.
Su hijo, Albert, tenía apenas un año de vida –había nacido en Mondoví, lejos del Mar Mediterráneo- y sólo pudo dejarle una madre sorda que plantaba castañas de cajú, un hermano dos años mayor, una foto de sí y una única anécdota (sobre el asco que le causaba la muerte por guillotina), que narró en El extranjero y motivó el aplauso de la Academia Sueca y, bastantes años después, la abolición de la pena de muerte en Francia.
Sí, Albert Camus, el autor de novelas memorables (La peste, La caída, etc), piezas teatrales (Calígula, El malentendido, etc), ensayos (El mito de Sísifo, El hombre rebelde). Albert Camus, el comunista arrepentido, el existencialista converso, el filósofo que salvó varios suicidas antes de que saltaran al río sosteniendo una pesada piedra entre las manos.
Si hay algo que, en el crepúsculo de los años 30, el filósofo Albert Camus le reprochó a sus predecesores es su falta de respuesta al mayor problema del hombre de todos los tiempos: “si la vida no tiene sentido, ¿para qué quiero vivir”. El suicidio.
Si hay algo que caracteriza nuestro paso por la vida es la completa indiferencia del universo ante nuestro destino. Visto desde el cosmos, no somos nada. Visto desde nosotros mismos, lo somos todo. Este abismo, esta grieta no se zanja con astucia, como hizo Sísifo en la mitología griega: Zeus lo condenó a cargar toda su vida un peñasco inmenso hasta la cima de un monte y luego, volver a descender por el otro lado, con su pesada carga. Así, cada día, sin porvenir.
Si bien Sísifo era ciego, Camus sostiene que a pesar del reconocimiento y la aceptación de la inutilidad de su vida, cuando está en la cima, Sisifo puede disfrutar de la naturaleza, oye los pájaros, siente la tibia luz del sol, tendrá medio día por delante y si hay vida, hay esperanza. Lejos de todo acto de fe, a través de su relectura del icono griego, en su propia versión de El mito de Sísifo (1942) Albert Camus sostiene que la búsqueda de la felicidad, es en sí, un motivo para vivir y transformar la infelicidad en virtud en acción.
Y sin duda, lo puso en práctica. Al quedar huérfano en Argelia, su madre, Catherine Sintès se fue con la prole a vivir a la capital, Argel, a la casa de los abuelos de Camus. Mientras la madre limpiaba casas de ricos para mantener a sus hijos, Camus pasaba muchas horas con un tío carnicero Gustave Acault, que era culto, masón y despertó la codicia intelectual de su sobrino al abrirle las puertas de su nutrida biblioteca.
Si bien, Albert Camus no era un colono rico sino un pied-noir pobre, pudo ir a una escuela francesa, gracias a la recomendación de los empleadores de su madre. Esos años de mucho deporte e ideas hirvientes lo marcaron a fuego. Tal es así que, luego de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, en 1957 le escribió una carta a uno de sus maestros del colegio, Louis Germain.
“He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.
Su personalidad entró en acción en 1930, cuando el gobierno colonial francés organizó los festejos del centenario de la Argelia Francesa, momento en que el estado francés había invadido Argelia (¿El motivo? El orgullo de un rey local al que Francia le debía dinero y el orgullo del cónsul francés, que no estaba dispuesto a pagarlo).
Francia se quedó 132 años en Argelia, que fue la dominación colonial más prolongada del imperialismo francés. Las guerras continentales europeas y la derrota francesa en la Guerra franco-prusiana hicieron que muchos europeos de todos los orígenes y, también, alsacianos que habían perdido sus granjas y no deseaban ser alemanes, eligieran partir hacia Africa. Tal fue el caso de los Camus.
En el nuevo orden imperial, todos los inmigrantes europeos fueron llamados “colonos franceses» y tanto ellos como sus descendientes eran los pieds-noirs (por sus botas lustradas). Albert Camus lo era. Las diferencias sociales entre colonos, musulmanes e incluso judíos eran muy notables en Argelia. Los pieds-noirs eran ciudadanos franceses; los musulmanes, no. En teoría, los musulmanes nativos (mayoría en todo el país) podían concurrir a escuelas francesas, pero en la práctica no sucedía: sólo el 6 % de los chicos musulmanes iban a escuelas francesas.
Muchas veces, los mismos colonos que hipócritamente predicaban la igualdad ante la ley (como en El extranjero, la novela que llevó a la fama mundial a Albert Camus) en realidad no querían que los nativos “de piel oscurita” (un racismo que sutilmente refleja esa misma “ficción”) aprendieran francés, estudiaran las grandes ideas rectoras del espíritu francés y que luego la mayoría musulmana aplicara en su contra sus propias ideas libertarias.
Esas diferencias indignaban a Camus. Se afilió al Partido Comunista de Argelia y en 1932 comenzó a publicar sus primeros textos incendiarios en la revista Sud. En 1935 escribió El revés y el derecho. Fundó en Argel dos teatros revolucionarios para poner en escena las piezas rápidas que salían de su pluma caliente.
Se desencantó del comunismo y se convirtió en un cronista lúcido de su tiempo. Varias de sus investigaciones en el Diario del Frente Popular –sobre todo su trabajo sobre la miseria del barrio bereber de la Kabylia, sobre el Mediterráneo- lo pusieron en la lista negra oficial y nadie quería darle trabajo. Fue ahí, en 1940, cuando decidió dejar su madre tierra y se mudó a París.
Primero entró a la redacción del diario Paris-Soir y en 1943 ingresó a Gallimard. Durante la Segunda Guerra Mundial dirigió la revista Combat y, al concluir la guerra, se afilió al anarquismo. Escribía para Le Libertaire, Le révolutíon proletarienne y Solidaridad Obrera. En sus columnas encendidas apoyó las protestas de 1953 en Alemania Oriental, defendió el levantamiento de los trabajadores polacos en Poznan, apoyó la Revolución húngara y alentó el movimiento independentista en Argelia.
Respecto a su vida personal, Albert Camus se casó dos veces: con Simone Hie, de 1934 a 1936; y con Francine Faure, en 1940, con quien tuvo dos mellizos, Catherine y Jean. No obstante, siempre estuvo rodeado de mujeres y sus romances más conocidos fueron Blanche Balain (1937), la actriz de teatro María Casares (1944-1945), Mamaine Koestler (1946) y la segunda vuelta con María Casares, desde 1948 hasta su muerte en 1960). También habría que mencionar a Catherine Sellers (1956-1960) y, desde luego a Mette Ivers (1957-1960).
Se dijo incluso que su resonante enemistad con su amigo Jean Paul Sartre, el creador del existencialismo, se debió al rechazo sistemático de Camus hacia la curiosidad sexual de Simone De Beauvoir, esposa de Sartre.
Lo públicamente cierto es que Sartre y Camus se distanciaron en 1952, cuando Les Temps Modernes, la publicación de Sartre, hizo una crítica demoledora de El hombre rebelde. Su intercambio público y epistolar de reproches son una joya de la retórica. En 1957, el discurso de agradecimiento de Camus al recibir el Premio Nobel, tiene párrafos que disparan como flechas contra el autor de La náusea.
“Cada generación se siente destinada a rehacer el mundo. La mía sabe sin embargo que no podrá hacerlo. Su tarea es sin embargo mayor: impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrupta en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas en las que pobres mediocres que pueden hoy destruirlo todo no saben convencer, en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y la opresión. Esa generación ha debido en sí misma y a su alrededor restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir”, pronunció en Estocolmo, en 1957.
Albert Camus se oponía a todos los ismos: el cristianismo, el comunismo, al nihilismo, el existencialismo, y descreía de todos los que creían en la palabra “fin”.
Albert Camus murió el 4 de enero de 1960, en un accidente automovilístico por la carretera de Le Petit-Villeblevin, mientras iba en el asiento delantero del coche que conducía su editor Michel Gallimard. Camus murió en el acto y Gallimard, algunos días más tarde, en un hospital de París, hacia donde viajaban luego de pasar la Navidad en la casa de campo en Lourmarin. Su familia no murió con él, porque había preferido el tren.
Con el dinero del Premio Nobel había comprado esa casa sencilla en Lourmarin, en la Provence francesa. Era un criadero de gusanos, que él mismo reformó hasta convertirlo en su lugar para alejarse del mundo. «Por fin he encontrado el cementerio donde seré enterrado», ironizó una vez.
Pocos días antes de su fin, había absurdamente comentado: «No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil». Dentro del auto, la patrulla de rescate encontró 144 páginas desconocidas. Eran su manuscrito inconcluso de El primer hombre, sobre la guerra de la independencia en Argelia, que su hija Catherine logró publicar treinta y cuatro años más tarde.
A sesenta años de su desaparición y a casi un siglo de haber nacido en Argelia, las obras claras, sencillas y sublimes de Albert Camus siguen siendo la inspiración de jóvenes de todas partes del mundo porque la vida es absurda y seguirá siéndolo, hasta que se demuestre lo contrario.
(…)De repente te agradezco y te confieso mi milagro, cuando me doy cuenta que abrazás mis heridas sin ningún miedo a que se te claven mis espinas. Eso sí es saberse bien amado. Ver como te comés mi veneno sin miedo a contagiarte, solamente para que mi propio trago me resulte menos amargo. Eso es que te quieran con el pecho abierto, sin guantes en las manos, aceptando la simpleza de asumirme flor y tierra. Cielo y barro. Haciendo lo que puedo con lo que la vida hizo conmigo y también y porqué no, lo que yo hice con ella. A veces, siendo capáz de todo y otras veces, sin ganas de latir ni siquiera a tu lado. Eso es que te quieran bien. En lo que soy y en lo que no puedo llegar a ser. Ni hoy. Ni mañana. Ni quizá nunca. Querer bien. En silencio, con la queja en el bolsillo y sin pedirme nada a cambio. Sos la suerte que tengo. La incondicionalidad que me regaló el destino. La casualidad hermosa de habernos mirado y no sólo habernos visto. La inocencia de tu amor sublime, de elegirme entera en cualquiera de mis dos lado. (…)
📖 El jueves llega la tercera edición de la Feria de Editoriales y Librerías de Buenos Aires, organizada por @Ministerio de Cultura BA junto a la Fundación El Libro.
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📆 4 a 7 de noviembre de 14 a 21h 📍 Plaza Brasil (Av. Figueroa Alcorta 2099)